El perdón. Salud para el cuerpo y para la mente
Todos hemos pasado por situaciones de conflictos con otras personas que nos han generado dolor y resentimiento. En muchos casos es difícil poder perdonar a quien nos ha lastimado.
Desde la psicología el acto de perdonar supone una voluntad subjetiva de abandonar el resentimiento. Los juicios negativos y la indiferencia hacia quien nos ha injuriado o lastimado y poder desarrollar sentimientos de compasión y generosidad. Implica comportamientos, pensamientos, sentimientos y acciones hacia quien es el objeto del perdón. Así los que perdonan se transforman en individuos más positivos, porque presentan un cambio interno y pro-social hacia el transgresor.
Se piensa que el perdonar hace más vulnerables a las víctimas y permite que nuevamente se vinculen con los que cometieron el abuso y maltrato. Sobre éste tema, han encontrado que perdonar mitiga las emociones negativas, la culpa, la vergüenza y la tristeza, reforzando los sentimientos de esperanza y el agradecimiento.
En las relaciones de parejas se encontró que la predisposición a perdonar las infidelidades del consorte, fueron los que tenían un apego fuerte en la relación. Tenían una imagen positiva de sí mismos y de su pareja, eran emocionalmente cercanos y no tenían miedo extremo a la pérdida; las personas más felices tenían mayor disposición a perdonar.
Se ha notado también que los aspectos culturales intervienen en la acción del perdón, tomando en cuenta lo que la cultura considera adecuado, o inmoral en la sociedad. socialmente el engañar a la pareja rompe las normas sociales.
La personalidad es otro factor que contribuye a otorgar el perdón, por ejemplo, personas lábiles emocionales perdonan menos. Las personas que perdonan con facilidad presentan presión arterial más baja, correlacionado con un estilo de vida más sano, menos ansiedad y depresión. Perdonar tiene consecuencias positivas físicas, mentales, de salud y de interrelación personal.
Reacción del cerebro cuando se decide perdonar
En estudios de neuroimagen, que permiten ver cómo funciona el cerebro, se ha descubierto que el perdonar activas áreas cerebrales cuando nos ponemos en el lugar del otro y sentimos empatía y modulamos nuestras emociones (corteza prefrontal, giro cingulado dorsal, cíngulo anterior y precuneo). El acto de perdonar refleja un proceso inhibitorio de la conducta y en cuanto mayor sea la cantidad de materia gris en algunas áreas de corteza cerebral, más probable es que perdonemos a quienes han cometido un grave error por accidente.
Reacción del cerebro cuando decide no perdonar
La venganza genera un problema adaptativo que termina relaciones sociales. También existen áreas cerebrales que juegan un papel en la presentación de conductas motivadas, es decir las que son dirigidas a metas, estas conductas pueden ser dirigidas a resultados sociales esperados como la venganza. Tales regiones son el núcleo caudado, el estriado y el núcleo accumbens que también se ha vinculado con la recompensa, además de la ínsula anterior asociada con la representación de estados corporales como el hambre la sed y emociones negativas como el disgusto. El poder castigar o vengarse de la persona que nos dañó cambia la actividad cerebral en una estructura llamada núcleo caudado y striatum áreas asociadas a la venganza. De tal forma que no perdonar se ha relacionado con afectos negativos, estrés emocional crónico que altera la reacción cardiovascular, deteriora la calidad del sueño, estimula la producción de las hormonas del estrés como el cortisol afectando el cuerpo y sus funciones; y con el tiempo desarrollar condiciones clínicas como la depresión. No perdonar activa el sistema nervioso simpático por el estrés crónico que provoca el estar reverberando el evento, alterando sistema cardiovascular, pensamientos negativos. No perdonar genera problemas físicos, psicológicos y mentales, sin embargo, disminuye en la victima los sentimientos de rencor y amargura.